miércoles, 16 de julio de 2008

El harén: fantasía y decepción

"Harén (Del árabe, haram, vedado).
Conjunto de todas las mujeres
que viven bajo la dependencia
de un jefe de familia entre los
musulmanes".
Diccionario Enciclopédico
UTHEA. Tomo V.

Lo que en el Islam es una realidad para pocos hombres (quienes tienen suficiente poder económico como para extender horizontalmente su asequibilidad de mujeres), en Occidente, en México en particular, es una fantasía que puebla la totalidad del horizonte del imaginario sexual del hombre. Por el contrario, en la mujer, por razones históricas condicionantes y restrictivas, dicha fantasía, ya no digamos su escandalosa realización, está prohibida y limitada tajantemente: lo que para el hombre sería una deleitosa imagen de un apetecible sistema solar femenino, para la mujer es apenas un disminuido fractal imaginario de un planeta y algunos suculentos asteriodes masculinos.

Sea lo que fuere el harén y su secreta historia para los musulmanes, en la imaginería occidental, para los hombres, perpetuos jadeantes, el harén es la paradisiaca representación de un hombre enturbantado y cabriolescamente dichoso de poseer una colección exhaustiva de todas las mujeres biográficamente deseables, y que muchas veces tal delirio se concentra en la imagen omniabarcativa de la otra mujer "ideal", ente en el cual se condensa, de manera complementaria, la multiplicidad de los atributos faltantes a la carencial fémina con la que los hombres suspirantes "desperdician" sus días, sábanas y ganas.



Lo que para el musulmán pudiente es un proyecto progresivo de consecusión de la mujer-total en la multiplicidad de mujeres a quienes tiene acceso pleno, previa serie de selecciones complementarias iterativas, a través del casorio y la compra poligámicamente abierta con las cuales incorpora a su harén cuanta mujer le falte para acabalar la realización de cuanto deseo físico, psicológico, estético y espiritual de mujer pudiera surgirle, para el hombre occidental tal fenómeno está contenido en la eterna, culposa y dificultosa dualidad esposa-amante.

Para la percepción distante del occidental, el harén es una fantasía que condensa todo, ab-so-lu-ta-men-te to-do lo deseable de la mujer: todos los cuerpos, temperamentos, sensibilidades, gestos, ritmos, movimientos, deshinibiciones, inhibiciones, facciones, actitudes, olores, sabores, texturas, etc., que pudieran tener todas las mujeres gratas posibles. Es una idea de gino-perfección que, ya no extensional sino intensionalmente, el hombre occidental vive subjetivamente como la dualidad femenina perfecta (la compañera con quien vive y la amante con la que retoza o desearía retozar), idea que reune dicha totalidad de rasgos femeninos vehementemente anhelados en una figura binominal equivalente a la figura polinominal de las mujeres harénicas musulmanas.

Ahora bien, si abandonamos la perspectiva de la imaginería voraz y omnicomprensiva antes descrita, y como consuelo para quienes nunca tendremos un harén (¡snif!), podemos consolarnos cambiando nuestra óptica del harén y, en las antípodas, verlo como un paisaje desolador y deshumanizado: el dueño de un harén posee un buen surtido de mujeres cautivas, obligadas a rendirse eróticamente a alguien que, también, podríamos imaginar ya no como un idílico sibarita del amor sino como un amante torpe, aburridor, desabrido, ocasional, probablemente eyaculador precoz, y con una profunda incapacidad para ejercer una filosofía y un arte eróticos plenos de los dos grandes ingredientes de una relación amorosa, la pasión y la ternura y que, inhabilitado para la entrega cabal y para acceder a estadios sublimes de calidad, debe conformarse con la infernal desmedida fatiga de la cantidad, de la dudosa existencia de intensidad para tan breves instantes biográficos.
Para dar verosimilitud racional a esta otra apreciación polar del harén y su vedador usufructuario, bastaría pensar en si la suma de lo que sucita legítimamente en todas sus apenas y desigualmente atendidas odaliscas pudiera igualar, bajo el supuesto de que dos amores no pueden ocupar el mismo lugar en el corazón, lo que goza quien ama a alguien con correspondencia y certidumbre mutuas. De este modo, podríamos asimismo preguntarnos ( pensando que el máximo monumento que hombre alguno haya erigido al amor (el Taj Mahjal) lo hizo en ofrenda inmortal a una mujer, no a una muchedumbre de ellas en lenceria oriental) si valen más Romeo y Julieta o las mil y una mujeres y un hombre en un harén que se parece más a una inagotable e indisfrutable cava de cuerpos abandonados a su suerte prisionera y a las existencialmente desgastantes circularidades de un desesperanzado vacío con el cual irremediablemente se enfrenta quien entre más mujeres disfruta, menos tiempo tiene para amar a una eternamente (Kierkegaard).

Fragmentos de mi libro “Para comprender a Monsiváis. Estilo y hermenéutica”

ESTILO

Monsiváis nos ha revelado claves hermenéuticas imprescindibles para entender y comprender gran parte de los acontecimientos políticos culturales y sociales que han dibujado la actual faz de la nación, antropografías nacionales que reflejan lo más íntimo y vigente del mosaico de tendencias idiosincrásicas que, activa o pasivamente, nos habitan.

El brillo de su agudeza y la pirotecnia estilística de la prosa de Carlos Monsiváis llegan a eclipsar la compleja polisemia y el certero virtuosismo conceptual de su discurso ya que, con una apreciación más serena, nos toparíamos con una pluma de puntería asombrosa.

Monsiváis nos da ocasión de saciar nuestro voyeurismo social y nuestra sed de ridiculización de las grotescas maneras del poder y la ostentación.

Este ensayo es el resultado de varias vueltas de tuerca al discurso de Monsiváis y la profundidad y extensión desiguales de las ideas presentes en él se explican por el mayor número de vueltas a algunos aspectos y el menor a otros.

Monsiváis utiliza astucias estilísticas elusivas para que la crítica terrible sea enmascarada enmarañándola, para que el implacable y agudo juez aparezca como un loco payaso inofensivo, y que el piquete de alacrán sea vivido como de mosquito.

El estilo de Monsiváis hace difícil descifrar lo que quiere decir. No es diáfano. Aparece como enredado, y hasta francamente críptico.

Monsiváis aparece como un sujeto discursivo laberíntico que esconde el misterio de su decir en la atmósfera subliminal de su intrincada y exhuberante retórica.

Ajedrecista del discurso, conoce ciertas aperturas y se atreve a lances que desconocen sus interlocutores, quienes son envueltos en una trama cuya orientación y desenlace desconocen: ¡cuántas veces Monsiváis mata al pastor a sus críticos (reales o imaginarios)!.

Hay textos de Carlos Monsiváis en que tal pareciera que redacta casi tal cual, lo que le pasa por la mente con relación al tema que necesita desarrollar. Su prosa es ensayística en el más puro sentido de originalidad, de intento inédito. Da la impresión de que pesca los asuntos de su temas al vuelo, sin premeditar su abordaje y, en forma casi simultánea, lo piensa y escribe, consumándose un feliz maridaje entre el frenético discurrir intuitivo y relampagueante (casi a contrarreloj), y esa prosa suya que es la crónica fenomenológica de aquel.

Su prosa es, creo, una mímesis casi instantánea - simultánea- de su corriente de conciencia: como si apenas pensado, el discurso se conectara a la mano - impresora que lo fuera plasmando e hilvanando sobre la marcha.

El discurso de Monsiváis es intrincado debido a la heterogeneidad interdisciplinaria de su mirada y a la multiplicidad y movilidad de "lugares de sujeto" y/o "lugares sociales" desde donde habla.

Monsiváis es un pensador vertiginoso y prolífico que expresa una cantidad notablemente mayor de ideas y de información que la que puede entender y manejar su lector promedio, a quien desborda. Es un muralista del pensamiento mientras sus "espectadores" promedio son lectores de caballete.

HERMENEUTICA

Monsiváis es un viajero nacional que no deja de transitar las tierras de la alta, media y baja sociedad y cultura. "Pueblea", hermenéuticamente hablando, por fenómenos y acontecimientos ignotos para quienes por tenerlos desde hace mucho frente a nuestra nariz, los vivimos desde una ceguera sedentaria.

Si, como dice Uranga, todo escritor es autor de un solo tema, el tema de Monsiváis - su hermeneutema - es la lucha contra el pensamiento y las prácticas hegemónicas, monolíticas, intolerantes y autoritarias y sus disfraces.

Monsiváis interpreta el mundo a partir del seguimiento de sus intuiciones y sospechas sobre la existencia de intríngulis: las tramas encubiertas, las intencionalidades disfrazadas, los engaños desplegados. Es un agudo detector de subliminalidades: descubre los gatos que le (nos) quieren hacer pasar por liebres, con una mirada des - cubridora de hechos en - cubiertos.
Monsiváis convoca a los saberes multidisciplinarios que lo habitan para captar el sentido de aquellos objetos literarios, políticos y culturales que lo ocupan y apasionan.

Las funciones básicas del discurso de Monsiváis son el esclarecimiento, la valoración (moral o estética), la reprobación y el desocultamiento. Escribe para ilustrar, educar y concientizar a su audiencia.

Posee una voluntad de totalización que se expresa en Monsiváis como una hermeneútica omnívora: se mete a interpretar todo, tantas y tan diversas cosas, que sólo un apetito hermenéutico voraz como el de él incursiona en tantos asuntos.

Los autores que más han influenciado, de manera más patente y potente a Monsiváis, sean o no influencias confesadas por él en su obra, son: Tom Wolfe, Salvador Novo, Susan Sontag, Jean Paul Sartre, Upton Sinclair, John Steinbeck, Allan Ginsberg, Alfonso Reyes, Jorge Cuesta, Norman Mailer, Michel Foucault y Octavio Paz.

¿Qué hay tras las masas que analiza Monsiváis? Angustia, desesperación, deseos de aferrarse a lo que sea que pueda brindar excitación vital, paz o esperanza. ¿Qué hay tras las elites económicas prósperas y triunfadoras? Vanidad, conformismo, decadencia, sumisión a los extranjeros. ¿Qué hay en las elites políticas? Ineptitud, voracidad, corrupción, entreguismo.

Monsiváis acribilla a sus temas con ráfagas de interpretaciones para asegurarse de que, hermeneúticamente hablando, los "liquida".

Monsiváis es un Rey Midas de la interpretación de la realidad política, social y cultural del país: tema que trata, tema que alumbra. Y si no con la exhaustividad con la cual lo haría un investigador académico, sí mucho más rápido y, bastantes veces, con mayor profundidad y puntería hermeneútica.

Poesía 2023 4ta y última parte

  In memoriam   En el silencio fósil del fondo de la añoranza, como barcos hundidos, yacen aquellos que quisimos fugazmente, d...