lunes, 29 de mayo de 2017

Aprender a sospechar

La educación escolar se caracteriza, entre otras cosas, por ser una empresa credulizadora. Busca implantar en los alumnos una obediencia que no sólo discipline al cuerpo sino que, también, haga lo mismo con el pensamiento. Pensemos en como ha enseñado la vida y obra de los héroes, la llamada historia de bronce escolar, y tendremos la evidencia de cómo se acostumbra a los niños y a los jóvenes a creer a pie juntillas en lo que dice el maestro, el eterno magister dixit, y a hacer esto como un acto de deglución cognitiva sin la necesaria previa masticación por el entendimiento de lo que se alojará en las seseras. Aquí el punto importante es el tragado de bocados temáticos enteros, más que la índole temática de los mismos. ¿Cómo ocurre esto?. A través de la difusión de ciertas expresiones y palabras mañosas, cuidadosamente escogidas, se disfraza la verdad sobre ciertos hechos y, quienes son crédulos, se tragan palabras equívocas, semánticamente perversas. Pongamos algunos ejemplos. Empecemos por la expresión “balas de goma”. Esta frase hace pensar que las fuerzas policiacas disparan inofensivas y bonitas balas de goma a los manifestantes en turno, y sugieren que, cuando mucho, provocan un dolor agudo. Sin embargo, sería más apropiado llamar a esas balas de goma “balas de acero recubierto”, ya que eso son, y entender que matan. Otro ejemplo de significados linguísticos torcidos es el de la palabra “terroristas” que utilizan tan a menudo los estados Unidos para referirse a todos aquellos opositores que encuentran en cuanto país invaden. En sentido estricto, un terrorista es alguien que crea o se propone crear terror en una población, y ese es el caso del ejercito israelí con el pueblo palestino, o de los soldados de la OTAN cuyos ataques nocturnos aterrorizan al pueblo afgano y, curiosamente, nunca hemos leído en la prensa o escuchado en los noticiarios que el ejercito israelí o de la OTAN es terrorista, porque dichos medios son controlados por el sionismo. Un ejemplo más es el del bautizo tramposo del ejército de los Estados Unidos como “Departamento de Defensa”, cuando se ha dedicado a invadir y ofender a medio mundo, por lo cual sería más justo, más exacto, que se llamara “Departamento de Ofensa”, o “Fuerzas Ofensivas”. Pongamos por último ejemplo el de las llamadas bombas inteligentes, o el de los denominados edificios inteligentes. Decir de algo que es inteligente es adjudicarle una capacidad que únicamente tienen los animales y el hombre. Como se les han incorporado ciertos chips programados, sería más correcto hablar de bombas o edificios programados, pero motejarlos de inteligentes vende tramposamente la idea de que sus diseñadores son mucho muy inteligentes y que las bombas o edificios de otros países son bombas tontas o edificios mensos. Todos los ejemplos anteriores nos llevan a la conclusión de que es muy importante que se eduque en la sospecha, en la duda, ya que existe mucha información trucada, tanto comercial (pensemos en la etiqueta de “natural” con la que se engaña al consumidor) como propagandística, y estos mensajes y palabras tramposas confunden, desorientan, desinforman, y pueden motivar reacciones irreflexivas en nuestro comportamiento hacia ciertos grupos, naciones, mercancías y objetos. Si se educa sobre estas trampas, se estará enseñando a la gente a ser más sanamente escéptica y racional.

viernes, 26 de mayo de 2017

Todología con Maiself Bibliobufet de buró

A ¡Con que alemanizado su titulito, eh! Aunque esta vez es entendible. Supongo que se refiere a que tiene su buró con varios libros a escoger para leer acostado en la cama B Así es. Y se renuevan en la medida en que los termino, o decido no terminarlos después de haberme hartado de ellos A Entonces es usted un lector interruptus… B Sí, del tipo de los que saltan de un libro a otro en una misma sentada o al otro día A ¿Se ha preguntado por qué hace eso, por qué es tan desorganizado para leer? B Sí, y la respuesta es que, cuando no estoy obligado a una lectura disciplinada sobre un mismo tema porque tengo que investigar o trabajar algo, lo que me hace saltar de un libro a otro es la amplitud de mi curiosidad, y mi gusto por los más variados temas A Eso explica la parte todológica del nombre de su columna. Pero, dígame, ¿qué libros está usted leyendo que tiene a la amno en su babélica torre de buró? B Antes de referirme a ellos, debo decirle que no es mi intención presumir saber alguno, sino ejemplificar mis dispersas ganas de saber, dicho lo cual comenzaré … A Antes, le pido que diga qué saca de provecho bibliogastronómico de dichos títulos buroapilados B De acuerdo: el primero es un magnífico folleto llamado “Catecismo taurino”, editadp en 1961 por la cerveza Superior, con las expresiones y tecnicismos más rudimentarios de la tauromaquia, mismo que me permite entender la psicología y la intencionalidad de los lances humanos. Otro, es el cancionero bilingüe de John Lennon, que satisface mi nostalgia beatle, y me confirma que ningún otro letrista del rock, ni Dylan, dijo mejor las cosas que él. Releo “El libro de la imaginación” de Valadez, y me sumerjo en insospechados y múltiples mundos de la fantasía, ahorrándome la brevedad de sus textos compilados la fatiga de leer narrativas más densas, para las cuales estoy casi negado. Otro libro es la reciente edición a cargo de Adolfo Castañón, con el sello de El Colegio de México, de una selección de textos y cartas que escribió Emilio Uranga sobre su tutor intelectual, José Gaos, en la que encuentro un discurrir profundo, y agudas impresiones sobre atmósferas y personajes intelectuales que me permiten mirar con mayor puntería y sagacidad la fauna académica y cultural mexicana. El siguiente libro es “El Instituto Tavistock”, que describe como esa organización encubierta inglesa, hermanada con la CIA norteamericana, diseña, experimenta y aplica dispositivos de control psicológico de masas, lo cual me permite ahondar en los modus operandi de la ingeniería política, y en las causas de tanta desinformación, distracción y despolitización en México y el mundo A ¡Ya párele! ¿A poco hay más libros en la torre? B Sí, si es torre, no meseta de buró. Déjeme terminar con un par más: “El oficio de leer”, del inmenso y tan infravalorado Ricardo Garibay, cuya pluma regocija el oído, y cuya sabiduría vital y literaria lo convierte a uno en su fan inmediato. Y, por último, la maravilla de Eduardo Galeano, con “Espejos”, un libro, como él mismo dice, de “una historia casi universal”, en el cual uno abreva del manantial de la historia en las justas dosis que su autor ha destilado para quienes lo leen. ¡Dígame usted si no es apetecible mi actual bibliobufet de buró!

Poesía 2023 4ta y última parte

  In memoriam   En el silencio fósil del fondo de la añoranza, como barcos hundidos, yacen aquellos que quisimos fugazmente, d...