martes, 15 de febrero de 2022

Tres microrrelatos

Aviso clasificado romántico Busco muchacha joven de buen ver, (indispensable que sea ecologista), a quien le gusten los viejos rabo verde. Hachaques “¿Hachaques”? ¿Ese fue el diagnóstico que le dieron al paciente traumatizado que llegó a Urgencias hace quince días? ¡Qué bárbaro, tu doctor…! Aparte de la faltota de ortografía, porque el muy burro puso “hachaques”, con ache, y no “achaques”, ¡qué falta de seriedad profesional utilizar palabras vulgares para referirse a síntomas clínicos!, le dijo a la enfermera del doctor que atendió al herido. Y ella le contestó, resintiendo el encono hacia su jefe, que su doctor no había cometido ningún error, ni ortográfico, ni clínico, sino un acierto, porque rotuló, con rigor médico, y con corrección ortográfica, las dolencias consecutivas y hasta ahora crónicas que le produjo a ese paciente el haber recibido un hachazo. Silisin En el Journal of Metaphysic Chemical Products in Progress (Revista Metafísica de Avances en Productos Químicos) se reporta en el número 3 de abril, Volumen IV, un resumen de los últimos resultados experimentales sobre el silicón, el llamado Proyecto Silisin, donde se concluye que se identificó que el silisin es un compuesto derivado del silicón, que no contiene “con”, pero sí tiene “sin”.

lunes, 14 de febrero de 2022

Dos microrrelatos

Tareas pendientes para mi siguiente reencarnación Para mi siguiente reencarnación, quiero seguir una dieta más saludable, porque me encantan las botanas chatarra y los refrescos en lata. No tomar tanta cerveza. Ir más seguido a ver a los padres que me toquen en el futuro, para ver cómo están. Llevarme mejor con la pareja que vaya a tener en mi siguiente vida, ya que con la actual me peleo mucho. Ahorrar y no malgastar tanto. Esos son mis pendientes más importantes, y no podré desahogarlos en esta vida porque, deveras, cada vez que me lo propongo, me da mucha güeva. Bilderbergiana #1 “Los saludo a todos, hermanos. Congratulémonos. Nuestro jefe de equipos de operaciones, que coordina magníficamente nuestra infantería de tarea, más de cincuenta mil hombres perfectamente competentes para el trabajo, nos acaba de entregar espléndidos resultados del impacto longitudinal de nuestro afinado PGCM, Programa Globalizado de Control Mental. Cada vez más estómagos inservibles están cognitivamente nulificados y confusos. Cada vez hay menos lectores. La duradera campaña de desacreditación, caricaturización y distorsionamiento de la percepción de nuestros propósitos y acciones de dominio, y la secrecía del por qué les ocurren tantas adversidades, ha conseguido disminuir drásticamente los resultados en contra de nuestros enemigos, de esos tercos insomnes a quienes no hemos logrado dormir, y que ya son percibidos como pinches paranoicos delirantes. ¡Pendejos! Y siguen creyendo que pueden con nosotros…”.

domingo, 13 de febrero de 2022

Ocho microrrelatos

El botón nuclear ¡Uuups…! Cárcel interior Se sabía que, en ese reino feudal, a la gente letrada, caída en desgracia con la ley, se le obligaba a que leyera, cada hora, y únicamente eso, el mismo texto penitencial, en voz alta, repetitivo y monótono. También, cada hora debía decir, también en voz alta, y asegurando verosimilitud, lo que estaban pensando. De este modo, se limitaba su libertad subjetiva, reduciendo al máximo el movimiento y crecimiento de la interioridad del desdichado durante su condena, impidiendo, o al menos obstaculizándole seriamente el pensar en secreto. Desear morir nuevamente Les dijo a sus talleristas que tenían que aprender a narrar honduras sobrecogedoras para ser buenos escritores de horror. Y les puso el ejemplo de sus pesadillas infantiles en el internado católico donde estudió su primaria. Les contó que como le habían dicho que quien moría en pecado mortal no sólo iba a sufrir el suplicio de una eternidad en llamas sino el terror de no poder escapar de ello, de la desesperanza permanente, del hinchado anhelo cancelado de morir en esa otra vida. Les dijo que pensaran en narrar algo así, de ese tamaño. Reencarnar en vida Le pidieron que hablara en la inauguración del curso de alfabetización de ese año en su comunidad, y esto dijo: “Desde que aprendí a leer y escribir, vivo una doble vida. Disfruto de un inesperado crédito reencarnacional. Ya no vivo sólo en el presente, en la experiencia sensorial inmediata, cotidiana, sino también en la otra vida actual del pasado, el futuro y de otras vidas de pensamiento, sentimiento y acción reportadas por lo tanto y variado que leo. Y, cada vez que quiero, al escribir soy como un dios que crea sus propias creaturas y experiencias en mi interior. Leer y escribir es, hasta el día de hoy, la suprema tecnología de mi subjetividad”. Cómo me importas Porque así no me has creído, no te voy a hablar de una conclusión, la de que te quiero y cuánto. Te voy a hablar de las premisas, de las cuales nada podrás sospechar pues las has corroborado. Son el tema del comercio existencial entre tú y yo, desde lo que recibo de ti. Me cubres de paz. Te sé mía y no hay nadie que tenga que iguale contigo. Fuiste el rotundo parteaguas de mi vida. Has sido mi implacable espejo, el sutil bálsamo cotidiano. El oasis de mis ganas convencidas. Me suscitas continuamente embelesamientos éticos al ser testigo de cómo te conduces en la vida. Por eso no me canso de beberte con los ojos. Porque impregnas mi existir. Franqueza didáctica budista Me preguntan “Maestro, ¿qué es la verdad?”. “Maestro, ¿qué es la bondad?”. “Maestro, ¿qué es la belleza?”. Y yo les guío hacia ellos con un koan, respondiéndoles que no sé, que eso a mí me vale madres. Gozar leer así Algún entrevistador le pregunto al microficcionista qué cuál era el impacto estético que pudieran tener sus breves textos en sus lectores. Y él respondió “lo que escribo es breve, pero conlleva una sustancia suficiente para impresionar. Aspiro, con modestia, pero con la seguridad de que algunos de mis microrrelatos logran en mis lectores la intensidad de disfrute que ocurre cuando beben agua con sed, o se tiran un pedo”. Más allá acá Le pregunto ese niño con inquietud a su padre que sí existían los fantasmas y dónde solían aparecerse. Su padre le dijo que sí, que pasaban por su cabeza cuando pensaba en alguien ausente.

viernes, 11 de febrero de 2022

Tres microrrelatos

Estilo de crianza Me decía que le decía que pudo haber muerto cuando él nació. Que se enfermó de bronquitis a los tres meses. Que cuando lo bañaba, era como lavar un laborioso traste de cocina. Que era muy inquieto, y cuando lo dejaba en su cuna, la movía de lado a lado de su recámara. Que lo observaba y, decía, que hacía cosas muy extrañas. Que cuando ensayaba silbar, lo imitaba de manera burlona. Que veía que miraba de manera rara y penetrante. Que atendía sus necesidades de alimentación, higiene y doctores de manera infaltable. Le pregunté que si lo acariciaba. Me dijo que no. Le dije que lo estaba volviendo loco. Memoria de crianza No sé porque no recuerdo casi nada de mi temprana infancia. No sé cuál es mi primer recuerdo. Tengo muy presente que mi nana mixteca me cuidaba cuando jugaba en la calle, que me convidaba de lo que ella desayunaba en la cocina, y me llevaba al mandado al mercado y me compraba un sope inolvidable nomás con salsa y cebolla. No platicaba con mis hermanos. Me daba miedo en la noche, y para poder dormirme, rodeaba mi cuerpo, debajo de las sábanas, con juguetes protectores (después leí en un libro de antropología sobre tribus del Amazonas, que ellos hacían lo mismo, para protegerse de los malos espíritus). A veces oía quejidos en el cuarto de al lado, donde dormían mis padres, y eso me intrigaba porque no oía llanto. Decían que era muy inquieto. Acosaba a mi hermano menor porque era el consentido. Cualquier cosa que hacía en la mesa al comer, era observada y corregida con burlas o regaños. Me gustaba mucho tocarme, y en la noche hacía eso para calmarme, y cuando mi madre me descubría, me decía “¡boca arriba!”. Jugaba mucho con mis juguetes. Pensaba muchas cosas. Me daba cuenta de muchas cosas que estaban mal, pero si hablaba de eso, se enojaban porque no debiera fijarme en eso. Cuando alguien me elogiaba, no le creía, o me hacían un cariño, me daba vergüenza. Cuando me animaba a decir lo que pensaba, lo decía como si fuera broma, para evitar el rechazo, pero lo tomaban en serio y hasta se sorprendían de lo que consideraban aciertos míos. Un día, oí a una de mis tías que me querían reclamarle a mi mamá que me estaba volviendo loco. Padres distantes Ella nunca me acarició más de dos segundos. Él nunca platicó conmigo.

Revelación

Revelación Esa vez, a la hora de la comida, con sus hijos y su mujer escuchándolo, les dijo lo que tantas veces les había dicho. Que qué sentían al tener en la familia a un profesor distinguido, a un escritor prolífico, a un melómano consumado, a un ingenioso siempre prendido, a alguien sin pelos en la lengua, ni riendas para expresar cuanto se le ocurría y compartía. Les preguntó, como tantas veces eso, esperando que ahora sí, contestaran desde el fondo de su corazón, qué sentían por todo eso que era él. Entonces, por primera vez, ellos contestaron a coro, que ya no lo aguantaban

Cinco microrrelatos

Cuento espejo “¿Qué pasa?”, se pregunta, “¿por qué no pasa nada en este cuento?”. Oye una voz que dice “¡yo qué sé…! Tú eres el cuentista”. Propuesta romántica Quiero que mi cielo sea la esperanza de tu infierno, y que tu cielo sea la del mío. Dictum literario Si puedes escribir un microrrelato, no te disperses en un cuento. Ludopatía amorosa Se ufanaba de ser un Casanova, pero en el fondo sabía que era un Sisífo que no lograba amar. Relevo inesperado Lo estafó el dueño de la inmobiliaria que le vendió su casa. Tenía daños ocultos de construcción, y no se lo dijo. Creía que era su amigo, y lo traicionó. Pensó en vengarse. Estudio las posibilidades, los tiempos y las formas de reivindicarse. ¿Qué iba a decidirse hacer? Sabía que se arriesgaba a ser atrapado, pero el coraje era mucho. Vivía con hervor ese trance de dar o no el paso a la acción. ¿Se desquitaría o se resignaría? Decídelo tú, lector, porque ya esto a mí me dio flojera.

SONETO PARA JOSÉ ALFREDO

  SONETO PARA JOSÉ ALFREDO   Armando Gómez Villalpando   Con mucho talento en la cabeza a sus canciones les ponía sazón, blandía...