Dice Montaigne que el hombre se reduce a medida que acumula en su interior verdades que no respeta o voces que no sigue. La ilusión de sabiduría que tiene lugar cuando leemos a alguien y aceptamos sus asertos, la pagamos con la responsabilidad de acatar como cánones de pensamiento o de acto tales luces ante las cuales se inclina nuestra razón.
Si fallamos, somos perseguidos por fantasmas interiores que nos espetan nuestras omisiones y nos orillan a desear no habernos enterado nunca. O a fingir que para cumplir basta invocar y repetir tales verdades, para conjurarlas, como si el acto de pronunciarlas fuera el acto de obedecerlas y ponernos al ras de ellas.
Es por eso que la erudición exige la humildad de reconocer que de mucho de lo que portamos, de esa electricidad cultural, apenas somos cable.
Textos sobre educación, psicología, literatura, humor, tenis y todos los temas emergentes cuyas leyes de atracción me imanten.
miércoles, 27 de julio de 2022
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