miércoles, 22 de septiembre de 2010

La orientación socioeducativa como campo de la educación no formal e informal

El presente artìculo aborda el tema de una rama extendida de la orientación educativa - la orientación socioeducativa - como campo de la educación no formal e informal. Desarrolla los siguientes temas: educación formal, no formal e informal, orientación educativa y orientación socioeducativa, el campo de la orientación socioeducativa, y las competencias profesionales del orientador socioeducativo.

Educación formal, no formal e informal.

La clasificación más abarcativa que hay sobre la educación es la de agrupar los procesos, instituciones y sujetos educativos en tres clases: educación formal, no formal e informal.

Coombs y Amhed (1974) definen estos tres tipos de educación – formal, no formal e informal - del siguiente modo: la educación formal es el sistema educativo institucionalizado, graduado cronológicamente y jerárquicamente estructurado, que comprende desde los niveles más bajos de la educación básica, a los estadios más altos de la universidad; la educación no formal es cualquier actividad educativa organizada y sistemática, que se mantiene fuera de la estructura del sistema formal, para proporcionar aprendizajes selectos a grupos específicos de la población, tanto adultos como niños; la educación informal es el proceso permanente, a lo largo de toda la vida, mediante el cual cada persona adquiere y acumula conocimientos, habilidades, actitudes y comprensiones significativas de su experiencia cotidiana y de su exposición al ambiente[1].

La educación informal no es curricular, se adquiere en los diferentes espacios sociales e influye en el desarrollo personal y social de los individuos[2].

Con relación a la tendencia contemporánea de descentramiento de las prácticas educativas de la educación formal y su focalización en la educación no formal e informal, Jiménez Ugalde (2002) plantea algunas preguntas clave para repensar la educación en nuestros tiempos: “¿Qué es la educación? ¿Sólo se educa en la escuela? ¿Quiénes pueden educar? ¿Cuándo inicia y termina la educación?”[3].






Orientación educativa y orientación socioeducativa.


Todo conocimiento supone su ubicación dentro de la escala de niveles ontológicos del objeto al cual dicho conocimiento se refiere. Del mismo modo en que la psicoterapia comenzó por ser individual – nivel psicológico - y luego se extendió a los grupos más diversos – nivel psicosocial – en el espectro de sus posibles destinatarios, la orientación educativa también se ha llegado a expandir a otros terrenos, rebasando su confinamiento escalar original.

En términos silogísticos, esto supone que, si la educación es una práctica social cuyos beneficiarios – o damnificados – pueden ser desde un individuo hasta la sociedad en su conjunto y, si la orientación educativa es un componente de la educación, luego entonces esta última también puede aplicarse a la sociedad.

Ahora bien, si del mismo modo en que discurrimos lógicamente arriba, expandemos la esfera de acción de la orientación educativa de su ámbito institucional original, veremos que ésta se extenderá del terreno formal y escolarizado a espacios no formales (comunitarios y de las organizaciones sociales y civiles) e informales (la sociedad en su conjunto).

Desde luego que, al expanderse, la orientación educativa, sus métodos también crecerán o adoptarán algunos procederes sistemáticos de otras prácticas sociales instituidas, como los métodos del desarrollo de comunidades y el desarrollo organizacional. Así como la orientación educativa originalmente ayudaba al estudiante a adaptarse a los requerimientos curriculares y a tomar decisiones vocacionales más racionales, la nueva orientación educativa – la orientación socioeducativa – deberá hacer lo propio, con individuos y grupos diversos, ayudándolos a desempeñarse mejor en las organizaciones y comunidades, así como en su vida propia.

Los cambios sociales y educativos que han venido desarrollándose en las últimas décadas, justifican la relevancia práctica y teórica del aprendizaje informal. Esto ha perfilado una nueva tarea para la orientación educativa, en su modalidad de orientación socioeducativa, que es la de diseñar y llevar a cabo programas educativos en la comunidad, como expresión de una nueva preocupación que podríamos caracterizar como el aprendizaje y la intervención educativa en contextos comunitarios y extra-escolares, misma que exhibe, entre otras, las siguientes características

Cuestiones teóricas, prácticas y metodológicas: cambios sociales y educación informal. El aprendizaje en la comunidad como investigación básica, ámbito de intervención y lugar de innovación educativa. Principales metodologías en el estudio del aprendizaje en la comunidad[4].
Programas educativos extra-escolares: el papel e impacto de los programas fuera del horario escolar. Algunos ejemplos de formas de diseño e intervención: programas de apoyo escolar y formas de animación a la lectura[5].
Programas de atención educativa a la infancia y juventud en instituciones públicas y no-gubernamentales: programas de intervención con la infancia y juventud en situación de riesgo y las escuelas de padres[6].


Como es posible advertir en lo anterior, las fronteras entre la educación no formal y la educación informal se desdibujan y se interpenetran, lo cual hace infructuoso cualquier intento de distinguirlas con claridad y distintividad. Es ese el contexto de acción, híbrido y complejo en el cual opera la orientación socioeducativa.

El campo de la orientación socioeducativa.

En la última década, el campo de la orientación socioeducativa ha ido ganando espacios en la literatura de la orientación educativa[7].

La orientación socioeducativa, por su naturaleza fronteriza, es una disciplina híbrida entre la pedagogía, la sociología, la psicología y otras ciencias sociales.
La necesidad de poder ofrecer respuestas globales a problemáticas que se tienen que analizar globalmente implica, para el orientador socioeducativo, defender el principio de la interdisciplinariedad.

Una muestra de algunas instituciones y ámbitos donde se puede realizar orientación socioeducativa es, por ejemplo, las escuelas de CONAFE, CENDIS, radio o televisión estatales, delegaciones del INEA, DIF, alguna ONG estatal, y otras instituciones gubernamentales o no gubernamentales, que atiendan problemas relacionados con la familia, la mujer, los niños, los adultos o personas con alguna discapacidad, personas que viven en la calle, en albergues y en infraviviendas, personas con disminución tanto física como psíquica, menores en situación de riesgo social etc.

Las competencias profesionales del orientador socioeducativo

La realidad actual presenta un contexto de cambios a diferentes niveles que hay que analizar para saber hacia dónde avanzan las profesiones en el campo social. Por un lado, el contexto social genera continuas necesidades a las que los profesionales de la intervención socioeducativa tienen que dar respuesta: nuevas formas de exclusión; colectivos, como los inmigrantes o las personas mayores, con problemáticas específicas que se traducen en una demanda social de nuevas actuaciones, pero también un reto importante para repensar los esquemas clásicos de intervención y la necesidad de la formación continua para la capacitación de los profesionales. Asimismo, estos cambios se producen en un contexto socioeconómico de crisis del Estado del Bienestar y de precarización del mercado laboral que, sin duda, afectan al ejercicio profesional.

Dichos cambios afectan tanto la inserción laboral de los/las profesionales, como los espacios de intervención emergentes fruto de las nuevas necesidades (como alternativas de acción que complementan lo tradicionalmente trabajado en los espacios residenciales cerrados , lo cual supone un cambio respecto a los modelos clásicos de intervención) en las que los profesionales del campo social juegan un importante papel (en los ámbitos sociosanitario, escolar, laboral, en la atención primaria o la promoción ciudadana). En tal sentido, el orientador socioeducativo necesita ser un profesional con una buena formación, motivación, compromiso y solidaridad.

Se debe plantear su intervención desde el concepto de autoayuda, basada en descubrir y usar los recursos personales para dar solución a problemas y necesidades. Ayudar significa facilitar el cambio del individuo, de los grupos y las comunidades que orienta, con el fin de que sean capaces de afrontar la vida y desenvolverse en su entorno. La relación de ayuda pide que el orientador socioeducativo ponga en juego una serie de actitudes en la manera de afrontar la intervención socioeducativa, como también que desarrolle técnicas (de escucha activa, reformulación y confrontación emocional) que potencien procesos de crecimiento en quienes orienta.

Así, en el caso de las personas mayores, esto plantea muchos retos formativos para el orientador socioeducativo, como las competencias que necesita adquirir para la generación de espacios de participación social para el colectivo de personas mayores, para encontrar nuevas formas de relación entre generaciones, poner de relieve los roles sociales de este nuevo colectivo, atenciones a nuevas necesidades de salud, creación de redes sociales de apoyo a las personas que cuidan de otras personas, atención a enfermedades emergentes como el Alzheimer, etc.

Además, debido a que la orientación socioeducativa tiene un importante papel a ejercer en la nueva Sociedad de la Información, su ejercicio reclama competencias para dotar a los individuos de los suficientes recursos y habilidades para adaptarse a los cambios constantes y acelerados que experimenta nuestro contexto social y cultural para que éstos, desde una actitud crítica, lleguen a ser realmente usuarios activos de los nuevos medios tecnológicos y no queden fuera de los espacios significativos de la vida social.

En ese contexto, concebimos dos grandes competencias profesionales necesarias para el orientador socioeducativo: las competencias de detección y las competencias de intervención. La primera enfocada a la visualización experta de nichos de actuación, y la segunda centrada en los procesos que habría que activar para lograr cambios educativos sustantivos en los individuos, grupos, organizaciones y comunidades con quienes trabajará.

Con respecto a las competencias y subcompetencias de detección del orientador socioeducativo proponemos las siguientes:

1) Analizar situaciones y relaciones problemáticas.

Subcompetencias:

Habilidades críticas y autocríticas.
Capacidad de observación.
Capacidad de análisis multirreferencial.

2) Analizar necesidades de desarrollo institucional y comunitario.

Subcompetencias:

a. Habilidad para comunicarse con expertos de otros campos
Habilidades de Investigación
Capacidad de analizar situaciones, relaciones y campos de fuerza sistemáticamente.


3) Diagnósticar recursos potenciales de desarrollo institucional y comunitario.

Subcompetencias:

Capacidad para apreciar la diversidad y la multiculturalidad.
Capacidad para identificar oportunidades de desarrollo.


En cuanto a las competencias y subcompetencias de intervención del orientador socioeducativo proponemos las siguientes:

1) Facilitar el diseño y la coordinación de estrategias de desarrollo institucional y comunitario.

Subcompetencias:

Capacidad de organizar.
Capacidad de tomar decisiones.
Capacidad de trabajar en equipos interdisciplinarios.
Capacidad para aplicar el conocimiento a la práctica.
Capacidad o creatividad para generar nuevas ideas.
Capacidad de liderazgo.

2) Orientar el manejo y la resolución de situaciones y relaciones problemáticas.

Subcompetencias:

Manejar y resolver problemas.
Habilidades interpersonales
Capacidad de mediación, negociación y conciliación.


Conclusión

La orientación educativa tiene el reto de adaptarse a los cambios disciplinarios a que la obligan la emergencia de nuevas demandas y sujetos sociales en el complejo y globalizado mundo contemporáneo. Esto implica que los nuevos profesionales dentro del campo adquieran competencias nuevas y resignifiquen y reestructuren las habituales para, así, inscribirse exitosamente en ámbitos y mercados aún poco conocidos. Huelga decir que sólo una actitud de aprendizaje permanente y apertura a las experiencias inéditas hará posible que el orientador tenga éxito en esos nuevos ámbitos que aguardan su necesario concurso.

Bibliografía consultada

Colom, A.J. (1987). Modelos de intervención socioeducativa. Madrid:Narcea.

Conferencia mundial sobre la educación para todos; satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje. Documento de referencia (Jomtiem, Tailandia, 5-9 de marzo de 1990), Nueva York: PNUD, UNESCO-OREAL, Banco Mundial, 1990.

Coombs, P H. y Amhed, M. “Attacking rural poverty: How non formal education can help”.Baltimore: John Hopkins University Press.
Dabas, E. N. (1993). Red de redes. Las prácticas de la intervención en redes sociales. España: Paidós.

De Miguel , Sara (1995). Perfil del animador sociocultural. Madrid: Narcea.
Foro Mundial de educación en Dakar, Senegal, del 26 al 28 de abril del 2000.

Geibler, K.A. y Hege, M. (1997). Acción socioeducativa. Modelos, métodos y técnicas. Madrid: Narcea.

http://iris.cnice.mecd.es/media/television/bloque10/pag1.htm

Jiménez Ugalde, Aurora Iris. (2002). Programa indicativo del curso “Intervención educativa” de la Licenciatura en Intervención Educativa, de la Universidad Pedagógica Nacional.

Lacasa, P. (1994). Aprender en la escuela, aprender en la calle. Madrid: Aprendizaje-Visor.

McNamee, G. D. (1993). Aprender a leer y a escribir en un marco urbano: estudio longitudinal del cambio en una comunidad. En L. Moll (comp.), Vygotsky y la Educación: connotaciones y aplicaciones de la psicología sociohistórica en la educación Buenos Aires: Aique, y Cole, M. (1999). Psicología cultural. Madrid: Morata.

Reygadas, Rafael (2000). Abriendo veredas. Iniciativas públicas y sociales de las redes de organizaciones civiles. México: Convergencia de organismos civiles.

Úcar, X. (2001). El psicopedagogo como profesional de la acción social. En B. del Rincón (coord.), Presente y futuro del trabajo psicopedagógico. Barcelona: Ariel.

Ventosa, V.J. (1999). Intervención socioeducativa. Madrid: Editorial CCS.

Vila, I. (1998). Familia, escuela y comunidad. Barcelona: ICE-Horsori.
[1] Coombs, P H. y Amhed, M. “Attacking rural poverty: How non formal education can help”.Baltimore: John Hopkins University Press.
[2] http://iris.cnice.mecd.es/media/television/bloque10/pag1.htm
[3] Jiménez Ugalde, Aurora Iris. (2002). Programa indicativo del curso “Intervención educativa” de la Licenciatura en Intervención Educativa, de la Universidad Pedagógica Nacional.

[4] Ver: Lacasa, P. (1994). Aprender en la escuela, aprender en la calle. Madrid: Aprendizaje-Visor.
[5] Ver: McNamee, G. D. (1993). Aprender a leer y a escribir en un marco urbano: estudio longitudinal del cambio en una comunidad. En L. Moll (comp.), Vygotsky y la Educación: connotaciones y aplicaciones de la psicología sociohistórica en la educación Buenos Aires: Aique, y Cole, M. (1999). Psicología cultural. Madrid: Morata.
[6] Ver: Úcar, X. (2001). El psicopedagogo como profesional de la acción social. En B. del Rincón (coord.), Presente y futuro del trabajo psicopedagógico. Barcelona: Ariel, y Vila, I. (1998). Familia, escuela y comunidad. Barcelona: ICE-Horsori.

[7] Ver, por ejemplo, Reygadas, Rafael (2000). Abriendo veredas. Iniciativas públicas y sociales de las redes de organizaciones civiles. México: Convergencia de organismos civiles; Colom, A.J. (1987). Modelos de intervención socioeducativa. Madrid:Narcea; Conferencia mundial sobre la educación para todos; satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje. Documento de referencia (Jomtiem, Tailandia, 5-9 de marzo de 1990), Nueva York: PNUD, UNESCO-OREAL, Banco Mundial, 1990; Dabas, E. N. (1993). Red de redes. Las prácticas de la intervención en redes sociales. España: Paidós; De Miguel , Sara (1995). Perfil del animador sociocultural. Madrid: Narcea; Foro Mundial de educación en Dakar, Senegal, del 26 al 28 de abril del 2000. Geibler, K.A. y Hege, M. (1997). Acción socioeducativa. Modelos, métodos y técnicas. Madrid: Narcea; Ventosa, V.J. (1999). Intervención socioeducativa. Madrid: Editorial CCS.

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